Los binoculares que vieron al noble crucero Lima
La noticia
era inminente, al crucero Lima se le había encomendado una noble misión,
repatriar los restos de los caídos en la guerra de 1879. Debía viajar al puerto
de Valparaíso en una comisión encabezada por Guillermo Billinghurts, Manuel de
la Torre y el capitán de navío Melitón Carvajal.
Su partida
del puerto del Callao fue algo triste, sabíamos todos para qué se marchaba y
para qué regresaría. “El Lima” parte al sur por la tarde, era un 14 de junio de
1890 y las heridas de una trágica guerra aún estaban abiertas. El crucero no
fue solo, lo acompañó el transporte Santa Rosa en un cortejo fúnebre imposible
de olvidar.
Las
noticias no dejaban de informar cada uno de sus movimientos. Creo que después
del monitor Huáscar, El Lima y el Santa Rosa eran en ese momento los buques más
queridos del Perú. El crucero Lima había llegado a nuestras costas en el año
1889, tenía apenas un año de instalarse en el Callao y ya tenía una importante
tarea por cumplir.
Tras una
larga espera los buques vuelven, el Santa Rosa trae a los caídos en Tarapacá,
llegando a nuestro puerto el 30 de junio. Un momento, ¿por qué no desembarca
los restos de nuestros héroes? ¿Qué espera? Decenas de limeños se preguntan lo
mismo que yo, todos los vecinos de la capital se habían conglomerado en una
masa enorme de gente, nadie quería perderse este acontecimiento que fue triste
pero importante.
El Santa
Rosa se mantenía a la espera, yo me estaba volviendo impaciente, quería ser el
primero en ver al Lima, tal vez el transporte a la espera del crucero no ha
decidido desembarcar. Recuerdo que mi abuelo tenía unos binoculares, de esos que
sirven para ver a distancia, estaba seguro que muy poca gente tenía uno de
esos, por eso es que me apresuré en alejarme de la gran cantidad de gente que
había en el puerto y que solamente atinaban a preguntar por el crucero Lima.
¡Tontos!,
les decía despacito. ¡Yo veré al Lima primero que todos! Busqué por toda la
casa hasta encontrar el bendito aparato, en ese momento, ese objeto se había
convertido en la pieza más importante de mi hogar. ¿Dónde estás?, preguntaba,
gritaba y maldecía. Los binoculares no aparecían y estaba comenzando a perder
la paciencia. Pero como por arte de magia, el objeto estaba en una caja
esperando tan solo a ser recogido.
Con los
binoculares en la mano corrí lo más rápido al puerto, no quería que nadie viera
al Lima, sentía que yo debía verlo primero. Al llegar al Callao todos miraban
al horizonte, preguntándose si el crucero llegará. Llevé los binoculares a mis
ojos y fijé el mar como mi objetivo. Sin embargo, no había señales del Lima,
tal vez hoy no llegaría.
El crucero
Lima estaba trayendo consigo los restos de Grau, su demora se debía a la cantidad
de ceremonias que en territorio chileno se realizaban. Una comitiva oficial
peruana acompañada por cuerpos de infantería y caballería, así como también
autoridades del país que ahora es nuestro vecino, rindieron un reconocido
homenaje al buen almirante. Los días pasaban y aún no había señales del crucero
más esperado del Perú.
Un humo casi
negro anunciaba a lo lejos la llegada del crucero Lima, nadie lo notaba, solo
yo. A medida que se acercaba podía ver su triste llegada, ni siquiera el sonido
de las olas chocando con el casco, lograban un ruido fuerte. Nada interrumpía
la serenidad y tristeza del crucero.
No solo a
Grau traía, el Lima realizó viajes a Antofagasta, Mejillones, Iquique y Arica,
embarcando los restos de otros importantes héroes. Bolognesi era repatriado, acompañado
también por buques chilenos que no dudaron en despedirlo. Era 14 de julio a las
once la de mañana y el Lima estaba llegando. ¡Viva el crucero Lima!, grité con
el pecho inflado de orgullo, ocultando la pena por todos los valientes caídos.
Nadie podía
ver nada, sin embargo los binoculares de mi abuelo eran mágicos, podía ver
claramente al Lima llegando apaciblemente a lo lejos en el horizonte. Poco a
poco las personas comienzan a divisarlo, con lágrimas en los ojos y gritos
ensordecedores era recibido, los aplausos no se hicieron esperar.
Los buques
se encontraron, el Santa Rosa y el Lima habían cumplido la misión más noble de
todas. Cortejos, reconocimientos y homenajes no se hicieron esperar. Todos los
caídos recibieron una cálida bienvenida que se prolongó por días. Por la
cantidad de gente que se acerba a decirles adiós y gracias, no pude asistir a
ningún homenaje, tan solo me quedo con el recuerdo de ser el primero en verlo.
No sé si
alguien más vio al crucero Lima antes que yo, pero quiero pensar que fui el
primero. Saber que el crucero con la misión más importante de todas fue el Lima
me deja tranquilo. Un año tiene el Lima de ser peruano y ya lo admiro como si
hubiese sido el Huáscar…
Colaboración: Instituto de Estudios Históricos del Pacífico
Bibliografía: "Cruceros, buques de la marina de Guerra del Perú desde 1884", Capitán de Corbeta Jhon Rodríguez Asti
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