El pañuelo de Lucila y el último viaje del Coronel Alfonso Ugarte
Era 1890 y el presidente Andrés
Avelino Cáceres despachó un decreto supremo en el que ordena traer los
restos de los que sucumbieron en Angamos, Tarapacá, Tacna, Arica y Huamachuco para ser depositados en un mausoleo erigido a nombre de la Nación. El mismo
decreto dispone que zarpen al sur, el crucero “Lima” y al norte el transporte
“Santa Rosa”.
Había escapado junto con mi
esposa e hijo lejos de Arica, con el fin de evitar aquella sangrienta guerra
que le costó la vida a miles de peruanos. Tuve la suerte de sobrevivir a la
masacre ocurrida en el morro de Arica y logré huir de la mano de mi familia,
lejos a donde nadie podía encontrarnos.
Nos mantuvimos ocultos hasta que
supimos que el enemigo se había retirado a su tierra con un resultado terrible
para el Perú. Cuando Cáceres asumió el poder sabíamos que una nueva patria
podía nacer, pero primero debíamos traer a los héroes que se habían inmolado
por nosotros.
Mi esposa y yo fuimos al Callao a
recibir al crucero “Lima”, todos los vecinos de la capital miraban al horizonte
pero nadie podía verlo, salvo un joven que sacó unos binoculares y avistó al
buque a lo lejos. Aquel muchacho estaba tan feliz de ser el primero que hasta
algunas lágrimas de emoción derramó.
La cantidad de personas que había
en el puerto no permitieron que mi esposa y yo pudiésemos ver el féretro de
Ugarte, así que nos fuimos tristes deseándolo rendirle un homenaje en algún momento.
Entre la gran multitud nos cruzamos con la madre del héroe, Rosa Vernal, quien
me reconoció por haber participado en la batalla de Arica. El gesto que tuvo
conmigo no lo olvidaré jamás: besa mis manos y baña mi piel con sus lágrimas.
Pañuelo encontrado al sur del Perú. (Parte de la colección INEHPA) |
Luego del cálido recibimiento del
Perú hacía el gran Ugarte, sus restos fueron colocados en el mausoleo del
Mariscal Castilla. Poco tiempo después nos enteramos que la madre del héroe mandó a construir un monumento, en donde depositaría sus en
el cementerio general de Lima.
Cuando el Mausoleo estuvo
terminado los retos de Ugarte fueron depositados. Una estatua de una madre
doliente se impone tristemente reflejando la terrible angustia de doña Rosa, su
inmenso dolor se nota en cada rincón del monumento.
Un domingo mi esposa, mi hijo y
yo decidimos llevarle flores a la tumba de Ugarte, una triste lápida marca el
lugar donde yace un héroe que curiosamente también fue mi alcalde en Iquique. “Restos
de Alfonso Ugarte muerto heroicamente en el morro de Arica el 7 de junio de
1880. Su inconsolable madre le dedica este monumento”.
¡Un sobreviviente de Arica le
saluda, señor alcalde!, y volviendo a recordar aquellas épocas donde le robaba
flores de su jardín comienzo a llorar profundamente. Mi esposa y mi hijo me
abrazan y buscan consolarme. ¡Fue un joven ejemplar!, dice mi esposa y dejándole
las flores que le trajimos le dedicó una oración.
Antes de irnos le pido a mi
esposa que se adelante, que la alcanzaría en un momento. Fue entonces que del bolsillo saco el pañuelo que tanta vida me había traído, era el pañuelo de
Lucila con un último mensaje por contar, un mensaje de amor que muchos peruanos
ahora viven y recuerdan con pasión. No podía irme sin contarle a Ugarte un
lindo secreto, Lucila, la valiente esposa que arengó mi lucha por la patria
estaba embarazada. El doctor me había dicho que ella era estéril, sin embargo
después de la guerra un milagro ocurrió y es que entre tanta desgracia y a
pesar de todo entendí que la vida se abre paso, sin importar nada.
Con una sonrisa y un saludo
marcial dejo el mausoleo de Ugarte para volver cada domingo y dejarle flores,
en símbolo de agradecimiento por haberme salvado la vida. Algunos años más
tarde una nueva inquilina del triste mausoleo hace su ingreso, era doña Rosa
Vernal que había fallecido un treinta de agosto de 1903.
Colaboración: Instituto de Estudios Históricos del Pacífico
Bibliografía: "El Coronel Alfonso Ugarte", Geraldo ArosemEna Garland. (Colección bibliográfica del INEHPA)
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