Unas ojotas con aroma a venganza
La ocupación chilena en Lima era
un desastre para los comerciantes, muchos tuvieron que adaptarse a una serie de
condiciones, otros prefirieron cerrar para siempre sus negocios, sin embargo,
para nuestro simpático zapatero que se pasaba los días timando al ejército
invasor, su comercio iba a buen puerto. Su excesivo cobro por componer las
botas del enemigo lo han convertido en una especie de justiciero para la
capital.
¿Recuerdan al soldado escaso se
sesos que se puso las “botas mágicas”? Pues bien, parece que sí eran “mágicas”,
porque el militar desapareció y nunca más se le volvió a ver. El zapatero tuvo
su teoría de la misteriosa desaparición, él creía que tal vez se la había
pasado la mano, porque los clavos tarde o temprano se oxidan y el soldado por
querer probar su valía jamás dejaría sus botas prodigiosas y pudo haber muerto
por alguna enfermedad. ¡Valiente bruto!, decía cada vez que lo recordaba.
Un día, un viejo vecino que no
era limeño precisamente, no nacido en esta patria, camina por el puesto del
zapatero, a su paso deja saludos cordiales a todos los limeños que paseaban cautelosos
ante la mirada de soldados chilenos. Este viejo era querido por los vecinos, su
amable trato con la gente y su notable nivel de cultura lo habían colocado en
una posición respetable.
El zapatero quien se
caracterizaba por ser pícaro y perspicaz, desconfiaba de este viejo desde que
el ejército chileno llegó a Lima, porque muchos extranjeros buscaron en ese
entonces protección por medio de sus banderas, o asilo en algunas embajadas,
sin embargo, este señor pasado en años estuvo de lo más campante, como si la
guerra jamás tocó la puerta de su casa. Por el contrario, se prestó
desinteresadamente para ayudar a algunos heridos, notable gesto digno de un
reconocimiento, excepto que los heridos eran solamente chilenos. Comida y agua
para los caballos del invasor y ni un pan para los niños huérfanos de la
refriega de Miraflores.
¡Ya vendrás a mi tienda condenado
viejo!, se relamía frotándose las manos el zapatero. ¡Algún día tus zapatitos
vendrán a mí!, no dejaba de repetirse cada vez que lo veía caminar por su
negocio. Todos los días el viejo quien ya estaba más para el otro mundo que
para este, caminaba descubriéndose el sombrero y engalanando con sus finas
palabras a bellas doncellas que caminaban por su vereda, todo esto a vista del
zapatero quien ya se la tenía jurada desde hace mucho tiempo.
Y como todo en la vida tiene
fecha de vencimiento salvo el ¡viejo hipócrita!, como lo llamaba el zapatero,
llegó el día de hacer justicia. El anciano extranjero llevó sus malgastados
zapatos a componer, ¡claro!, como si no tuviese dinero como para comprarse unos
nuevos, sabiendo bien que los chilenos le pagaban por algún trabajito de
espionaje. Encima de hipócrita, ¡viejo tacaño!, decía el zapatero entredientes.
Ojotas hechas con cuero de vaca, parte de la colección del INEHPA |
El viejo como es de sus más
elegantes costumbres, saluda con cordialidad al zapatero, mientras que el
comerciante lo miraba con ojos de fusil a punto de disparar. El extranjero le
hace ver al zapatero lo malgastadas que están las suelas de sus zapatos y
ordena un arreglo rápido y eficiente. ¡Exquisito ahora te pones viejo avaro!,
ya te tocará tu merecido, pensaba el comerciante, quien no dudó en buscarle
conversación para estudiar sus puntos débiles. Terrible error del viejo al
confesar que sufría un fuerte resfrío, oportunidad que vio el zapatero para
proporcionarle las ojotas.
Sus zapatos tardarán unas horas,
le dijo al viejo. No puedo demorar tanto, tengo una pequeña ceremonia que
cumplir, replicó el anciano. ¡Claro!, hoy se cumple un mes más de la llegada
del ejército chileno a Lima, seguro estarás en los honores a la bandera enemiga
¡viejo bellaco!, ¡ahora verás lo que es bueno!, murmuraba el zapatero.
Demoraré lo que tenga que demorar
si quiere que sus zapatos estén en perfectas condiciones, por la tarde se los
entregaré, respondió. ¡Imposible!, refutó el viejo, levantándose bruscamente de
su asiento, este hecho asustó un poco al zapatero, pues creyó que al anciano se
le estaba yendo la vida.
Présteme cualquier zapato que
tenga por ahí, pero debo salir cuanto antes, dijo el extranjero. El zapatero
quien había esperado este momento sonríe y refleja un gesto maquiavélico. Ahora
no tengo zapatos pero tengo unas ojotas cómodas que le pueden ser útiles y
salir de este impase. ¿Cómo, un zapatero que no tenga zapatos?, pregunta de
forma burlona el anciano. ¡Esto solo pasa en el Perú!, refunfuñaba el viejo. ¡Por
eso lo que te va a pasar va a ser únicamente aquí, viejo renegón!, pensaba
nuestro justiciero.
Y como el octogenario padecía de
un fuerte resfrío estaba inmune a cualquier hediondo olor, las ojotas fueron a
caer en sus manos, o mejor dicho en sus pies. ¡Dame esas ojotas!, no tengo
alternativa, dijo el anciano. ¡Con muchísimo gusto, placer y honra!, respondió
el zapatero, quien le coloca amablemente el apestoso calzado.
Vuelva en un par de horas,
digamos al término de su ceremonia, sus zapatos lo estarán esperando, le dijo
el comerciante, mientras que el viejo se iba con sus ojotas apestando a vaca
podrida. A su paso dejaba un fuerte olor haciendo que los vecinos a los que
saludaba quitándose el sombrero, quisiesen arrancarse la nariz.
Al llegar a la ceremonia en donde
la bandera chilena sería colocada una vez más por todo lo alto, algunos
soldados ya empezaban a percibir el aroma de las ojotas y al ver al viejo
tomándose el pecho para rendir honores a su bandera entre ellos se decían: ¡Este
viejo se pudre en vida! ¡Para mí que murió en la batalla de Tacna y nadie le ha
dado la noticia!
En la ceremonia muchos limeños
optaron por ingresar a sus casas como oponiéndose a la invasión, sin embargo
para el enemigo fue la primera vez en su historia que cantó el himno de su
patria con una mano en el pecho y la otra en la nariz…
Colaboración: Instituto de Estudios Históricos del Pacífico
Bibliografía: "Historia de la República del Perú (1822-1933)", Jorge Basadre (colección bibliográfica del INEHPA)
Bibliografía: "Historia de la República del Perú (1822-1933)", Jorge Basadre (colección bibliográfica del INEHPA)
No hay comentarios:
Publicar un comentario