La 'Estrella Solitaria' que gobernó Lima
Ya nada se podía hacer, cualquier intento de rebeldía es
inútil, suicida por decirlo así. La cantidad de muertos esparcidos en
Miraflores era indescriptible, el Reducto Nº 2 era el más aterrador, algunos de
los cuerpos estaban incompletos, ni siquiera se podía reconocer el rostro en
algunos. No puedo seguir recordando esto, me falta el aire...
Cada lugar era una escena de terror, tenía que regresar a
Lima y ocultarme, mi futuro como defensor de la capital es incierto. Tal vez
nuestro alcalde, Rufino Torrico tenga un plan que nos permita contraatacar, si
los que quedamos vivos nos replegamos en el corazón de Lima es posible que se
logre algo. Una cuarta resistencia, luego de la Rinconada, San Juan y Miraflores,
puede ser viable.
Solamente tengo un corvo en mi mano, que no es más que un
cuchillo en forma de hoz que pude arrebatárselo a un chileno, es un arma simple
pero brutal. Un certero corte en el cuello y el desangramiento es inmediato. Es
posible que cuando llegue a Lima me proporcionen un fusil.
Tenía que salir de Miraflores con cuidado, si era avistado
por el enemigo podía pagarlo caro. Tendré que arrastrarme entre los muertos y
moribundos. Una cuadrilla chilena, rescataba a sus heridos y repasaba a los
nuestros. No justifico el repaso, pero en algunos casos era necesario por parte
de los dos bandos, muchos heridos fingen rendirse para luego disparar a quema
ropa y por la retaguardia.
Así de cruda y real fue la guerra pero había que continuar.
Muchos de los nuestros con heridas de diferentes tamaños y formas tratan de
regresar a Lima,para ver a sus familias, algunos lo logran, otros caen en el camino
y no se levantan más. El impacto emocional era tanto en mí que no podía
escuchar sus suplicas o pedidos de auxilio. Solamente caminaba con la vista
perdida pero el rumbo fijo, únicamente los pies me obedecían, sabía bien que si
me recostaba a descansar mi historia se acababa, quiera o no, debía continuar.
Llegue a Lima a duras penas y la escena que se viví aquí
era otra. Algunos de nuestros soldados se ensañaban con los inmigrantes chinos
por haber ayudado al enemigo y les robaban sus mercaderías. No lo niego, estaba
feliz de presenciar estos desmanes, ¡se lo merecen!, quería gritarles pero no
era correcto. La mayoría de chinos eran esclavos y maltratados salvajemente por
hacendados peruanos. ¿Qué harías tú, si te maltratan brutalmente en el país
donde trabajas sin cesar y viene un
ejército extranjero y te promete libertad?
Rufino Torrico, alcalde de Lima |
Mientras caminaba por la calle Mercaderes hoy Jirón de la
Unión, me topo con un espectáculo impensado, para no creer. Vecinos de la
ciudad sacan banderas de otros países y las cuelgan en sus fachadas para no
sufrir saqueos, violaciones y quién sabe Dios qué otras cosas más,
desesperación se ve en las familias. Algunos corren con hijos, ancianos y todo
lo que pudieran cargar a iglesias, otros acuden a los barcos extranjeros que están
siendo testigos del desenvolvimiento de la guerra.
!Cobardes, traidores!, les gritaba. ¡Sus hijos, esposos y
hasta nietos han muerto por ustedes en los reductos! ¡Huyen despavoridos,
ustedes no son peruanos!, les insistía con lágrimas en los ojos. Solamente
buscaban salvar sus vidas, pero en eso momento yo no entendía y los insultaba.
La capital casi estaba vacía, no sabía nada del presidente
Nicolás de Piérola, algunos dicen que se acobardó, otros que escapó a la
sierra. Rufino Torrico estaba a cargo de todo, el decidirá si continuamos
resistiendo o Lima se rinde.
La madrugada del 17 de enero de 1881 fue espantosa, dormí en
la calle, quería ser el primero en recibir noticias para luego enrolarme
nuevamente y resistir. Lamentablemente eso nunca sucedió, el alcalde Torrico
va a desarmar lo que queda de nuestro golpeado ejército. Envió una misiva al
general en jefe del ejército chileno Manuel Baquedano, indicando que marche pacíficamente para Lima, ya que los excesos por parte los nos nuestros aumentan y debe haber un
orden.
Jamás pensé enterarme de esta lamentable noticia, por
órdenes superiores se nos convocó a deponer y entregar las armas. Con una
impotencia inimaginable tuve que entregar el corvo. Era ya 17 de enero y ese
día fue devastador, Chile entra marchando por la calle Mercaderes sin
aspaviento alguno, la ciudad era un cementerio, casas y comercios cerrados, ni
una ventana abierta. Fui testigo del izamiento de la bandera extranjera en
Palacio de Gobierno, observar ese momento era el inicio del fin, Lima se rinde
y no había nada que se pudiera hacer.
¿Dónde está Cáceres?, los chilenos lo buscan, significa que
no ha muerto, pero es posible que lo esté, estoy seguro que él no hubiera
dejado que los extranjeros marchen impunes por el centro de Lima, ¡él no!, por
lo que vi tal vez todos sí pero ¡él no!
Un gran favor, quisiera saber a quien le corresponde la autoria de este relato, muchas gracias. Saludos.
ResponderEliminarCómo estás Renzo. Los autores son Luis Eduardo Núñez Centurión y Carlos Alberto Espinoza Castillo, con colaboración del INEHPA.
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