Manuel
Bonilla: El niño del reducto tres
(Segunda parte)
Disfrutamos como
nadie los caramelos mientras nos mirábamos sonrientes. Quién lo diría, una
conversación con un niño de trece años fue lo mejor que me ha pasado en estos
días de suspenso. Jamás había sentido tanto placer intercambiar palabras con un
chiquillo. Mientras lo observaba pensaba cómo pudo un muchachito que es casi del
mismo tamaño que su fusil haber llegado a ser un defensor de Lima.
Tanta ternura me
había inspirado este pequeñín que empecé a llamarlo Manuelito y antes de que
pudiera preguntarle cómo hizo para para llegar hasta Miraflores, él saca un
cuaderno bien cuidado y tomando un lápiz de su bolsillo comienza a escribir.
¿Qué haces Manuelito?, le pregunté, mientras miraba sus trazos precisos
obteniendo una letra maravillosa.
Hago mi tarea
señor, me respondió con entusiasmo. Espero poder terminarla y entregarla a
tiempo al profesor cuando vuelva al colegio, continuó. ¿Dónde estudias?,
pregunta que fue respondida con orgullo: ¡Colegio Guadalupe!
Es tan solamente
un niño y me responde como todo un hidalgo, bien educado con palabras
perfectamente pronunciadas, los balbuceos propios de un muchachito de su edad
quedaron atrás, estoy hablando con todo un hombre. Apenas lo conocía y ya lo
quería como si fuese un hijo.
No pude evitar
mirar su ropa rasgada y zapatos desgastados, sin embargo su fusil se mantenía
pulcro, cuidado con un amor impresionante. Este niño representaba un
patriotismo que ni yo tenía, la esperanza de todo un país recae en ese
impecable rifle y su pequeño portador. Este pequeñín tal vez no lo sabe pero la
sangre de Grau y el viejo Bolognesi corren por sus venas.
Ya era muy tarde
y la oscuridad nos abraza, Manuelito coloca con asombrosa destreza la bayoneta
en su rifle, se sacude el polvo y guardando su cuaderno en su bolso me dice: Mi
coronel Narciso de la Colina me espera en el reducto número tres. Espero él no
esté disgustado conmigo por no estar en mi puesto…
El señor Narciso
de la Colina debe estar orgulloso, no molesto, interrumpí al niño, te doy mi
palabra. ¿Cómo está tan seguro? Me preguntó Manuelito con ternura. Porque eres
Manuel Fernando Bonilla, el niño héroe más valiente del Perú, le
respondí con una sonrisa. Y estrechándome la mano el pequeñito se retiró
marchando.
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