viernes, 18 de noviembre de 2016

La venganza de un pequeño revólver

Todo había terminado, luego de las batallas de San Juan y Miraflores a Lima no le queda otra opción más que ceder. El enemigo había marchado por la calle Mercaderes y puesto su bandera en Palacio de Gobierno, impuso su ley en cada casa, en cada negocio, en cada lugar donde se respire un poco de rebeldía y resistencia.

El alcalde de Lima Rufino Torrico había instalado un hospital de sangre para los heridos que habían luchado en las batallas por la defensa de la capital, fue la única autoridad que en representación del estado mantuvo comunicación con los jefes chilenos, para lograr que la ocupación sea de forma civilizada. ¡Civilizada! El invasor masacró a mi padre, hermano y amigos en Miraflores, no dejó sin opciones, rebasó nuestras líneas y arrasó cuanto pudo, ¡eso es ser civilizado!

Había que deponer las armas, sin embargo yo guardé el revólver de mi padre. Lo recuperé del campo de batalla en Miraflores y no había nada que me sacara de la mente los enormes charcos de sangre que había dejado su cuerpo. Lima estaba desierta, había quedado sumergida bajo un luto eterno.

Nadie sabía cuánto tiempo el enemigo estaría aquí, observándonos en silencio. Nadie les preguntaba y nadie nos respondía. ¿Qué pasará con los heridos? cuando el invasor los reconozca es posible que sean pasados por las armas. Los extranjeros querían imponer su ley y nadie podía impedir su desbande.

Mamá me advertía que no saliera de casa, ya que si me ven los chilenos podrían reconocerme y matarme, sin embargo yo tenía otros planes para ellos. El revólver de mi padre haría justicia y tal vez la venganza podría calmar en algo mi pena. El arma era pequeña fácil de ocultar, el alcance del tiro es corto, así que tendré que acercarme lo más posible, si un chileno si quiera se asoma a mi casa verá la muerte de cerca.

Se comunica a todos los vecinos de Lima desarmarse y entregar cualquier arma en un plazo establecido. Los soldados que habían sobrevivido y civiles quienes poseían algunas pistolas personales debían entregarlas, las leyes extranjeras se comenzaban a imponer y guste o no se debían acatar.

Algunos saqueos comenzaban a realizarse, Lima era tierra nadie, a veces días de alboroto y a veces era un cementerio. Una noche un chileno ronda cerca de mi casa como buscando una oportunidad para entrar. Ordeno a mamá esconderse, rápidamente saco el revólver de mi padre y al escuchar la puerta siendo forcejeada decido disparar. El sonido del disparo a media noche fue ensordecedor. 

Revólver pequeño, parte de la colección del INEHPA
Le había disparado a un chileno y no había mejor venganza que esa, me acerco para observarlo, estaba tendido tomándose el pecho. Era uno de los asesinos de los reductos, lo reconocí por la cicatriz en su rostro. Mi hermano luchó contra él, y fue acuchillado, mientras se desangraba y pedía misericordia, el invasor no se la dio y le cortó el cuello. Al acercarme lentamente con el pequeño revólver en mano el chileno rogaba por su vida, no dudé en tirarle la foto de mi hermano, el soldado observa la imagen y antes que pudiera dar una respuesta aprieto el gatillo una vez más y le doy un tiro gracia en la cabeza. Algunas luces empiezan a encenderse, mi madre llega a la sala y grita asustada. ¡Vete de aquí! ¡Huye!, le dije. Los chilenos ya vienen por mí y verán lo que hice, no tiene sentido que te culpen a ti también, le expliqué. ¿Y tú qué vas hacer?, me preguntó. ¡Me reuniré con papá y mi hermano!, le respondí y llevándome el revólver a la boca pongo mi dedo una vez más en el gatillo dispuesto a acabar con mi vida.

Los soldados chilenos entran entre gritos e insultos a la casa y me ordenan soltar el arma, mientras golpean a mi madre. Intenté utilizar el revólver contra ellos pero un feroz culatazo en la cabeza me hace caer, para luego ser tomado prisionero.

Con la cabeza ensangrentada comienzo a pensar en mi familia, lo unidos que fuimos, lo felices que éramos y culpando a esta maldita guerra, pego un grito de rabia dentro de un cuarto oscuro donde me habían instalado. Como escarmiento se había decidido que yo fuese fusilado, como una advertencia ante otra posible rebelión.

Nadie abogó por mí, ni los vecinos que me conocían salieron a defenderme y suplicar por mi vida. Mi único pesar es que había arrastrado a mi madre a la muerte. A la mañana siguiente escuchó algunos gritos, no tardé mucho en reconocer los llantos de mi madre, la desesperación por saber dónde estaba me comía las entrañas. Entre tanto alboroto escucho la sentencia que se le había impuesto.

La muerte la aguardaba, mientras se ordenaba un pelotón de fusilamiento trataba de encontrar un espacio de luz en la pared donde pudiera verla, aunque sea por última vez. Al encontrar un pequeño agujero logro reconocer ese inolvidable sonido cuando se carga un fusil dispuesto a disparar, y a la orden de ¡fuego! mi madre cae sin vida, mojando el suelo con su sangre.

¡Miserables! ¡Asesinos!, les grito desesperadamente desde mi cautiverio. Todos los vecinos de Lima optan por callar. Mientras me arrastraban directo al paredón no dejaba de insultar a todos, pero mis gritos no eran solamente para los invasores sino para los propios limeños que sabiendo las muertes de sus familiares en Miraflores ninguno se atrevió a revelarse y continuarla lucha. ¡Cobardes!, les decía. Ustedes son tan culpables como ellos y señalándolos a todos empiezo a llorar de la impotencia.

Intentan ponerme una venda en los ojos, pido no ser cubierto. Quería mirar a todos y que todos me vieran, porque sabía que mi rostro era el de desesperación. ¡Mírenme, porque este es el rostro de la tristeza, misma que se reflejó en sus familiares al ser masacrados por estos asesinos!, y mirando la bandera enemiga flameando impune en Palacio de Gobierno, un estruendoso sonido silencia mi voz y ganas de resistir...   


Colaboración: Instituto de Estudios Históricos del Pacífico

Bibliografía: "Historia de la República del Perú. 1822-1933", Jorge Basadre (Colección bibliográfica del INEHPA)


1 comentario:

  1. La historia es real o una adaptacion??
    No es que no crea que los sureños no fueran tan incivilizados en aquella guerra sino porque las obras de Basadre son mas formales y enfocadas en sucesos generales que en historias separadas.

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