martes, 15 de diciembre de 2015

El niño del Reducto 3

Un día más y la zozobra  nos mantiene tensos, todos callan nadie se atreve a pronunciar palabra alguna. Los que antes celebraban el inicio de esta guerra ahora están preocupados, algunos se niegan a dejar a sus familias, otros valientemente han venido aquí a oponer resistencia. Sea cual sea la actitud de los nuestros la suerte está echada.

Nos calma un poco la idea saber que diversos batallones provenientes de todos los rincones del Perú están llegando, no sé si agradecerles por venir o llamarlos insensatos, no saben a lo que se exponen. Ver a los pedazos de regimientos que pelearon en las campañas del sur regresar heridos y moribundos es un impacto tremendo, desalentador por llamarlo de alguna manera. Observar sus rostros me hace cuestionar el propósito de esta resistencia, ¿servirá?, ¿podremos defender Lima? Solo Dios lo sabe y espero que esté de nuestro lado.

Es 14 diciembre de 1880 y aunque la Navidad está a la vuelta de la esquina nadie habla de ella, estos días me vuelven nostálgico, dejar a mi familia en Lima y no sentir el calor del hogar común, acaban con mi poca voluntad de permanecer aquí en Miraflores en donde rápidamente se nos dio la orden de construir reductos. Tal vez si ayudo con empeño a construirlos mitigue esta inmensa tristeza.

A medida que construimos nuestros bastiones me doy con la sorpresa de que habíamos cometido un terrible error. Nuestro presidente, Nicolás de Piérola, mandó a construir estos mismos reductos en Ancón, concluyendo que el ejército chileno, como en campañas anteriores, venía por el norte, así lo explica mi oficial a cargo de defender este punto. Es un abogado y ha nombrado este regimiento como Reducto número 2.

Se nos comunica que se construirán diez de estas trincheras y que perteneceremos a la segunda línea de defensa. La primera línea ubicada en San Juan y Chorrillos la compondrá lo que ha quedado de nuestro ejército, me tranquiliza saber quiénes estarán a cargo de proteger esas defensas: el valiente Miguel Iglesias, el correcto Justo Pastor Dávila, el viejo y honesto Belisario Suárez, ‘el león de Pisagua’ Isaac Recavarren y por si fuera poco, el símbolo de nuestra resistencia, Andrés Avelino Cáceres Dorregaray.

Nuestro comandante quien es un conocido y prestigioso abogado nos da la orden de pasar el rancho. Mientras cocinábamos un guiso a base de papa y un poco de carne me enteré con la sorpresa que nuestro comandante de nombre Ramón Ribeyro donó parte de su dinero para la compra de un acorazado tras la caída de nuestro buque insigne, el Huáscar. Lamentablemente esa adquisición nunca se pudo concretar. La historia no será ingrata con este ilustre abogado cuyo apellido lo portará también un reconocido y querido cuentista.

Acabado el almuerzo decidí caminar un poco, topándome con un niño que dormía abrazado de su fusil. Al notar mi presencia el jovencito se despierta y con una mirada enternecedora me pide que no lo reprenda por su relajo. Qué haces aquí muchachito, le dije un tanto enojado. ¿No sabes que estamos en guerra?, ¡vete a casa! El niño tomó su rifle manejándolo como si fuera parte de su cuerpo y con voz firme me respondió: ¡No puedo señor!, se me encomendó defender el Reducto Número 3 a cargo de mi comandante Narciso de la Colina… ¿Narciso de la Colina?, ¿el también abogado y constructor de los ferrocarriles en Tarapacá está a cargo de esa trinchera?, lo interrumpí. ¡Sí señor!, me respondió el pequeñín en el acto y mientras tomaba sus pertenencias el niño decidió retirarse no sin antes estrecharme la mano como todo un caballero.

Me gustaría que platiquemos un rato le dije, nadie te regañará, le aseguré. Y obsequiándole unos caramelos que tenía en mi bolsillo el jovencito aceptó y mientras disfrutaba sentándose a comer los dulces le pregunté con mucha curiosidad quién era aquel muchachito cuya destreza con el rifle lo asemejan a cualquier veterano que haya participado en incontables batallas.

Ahora sabrás de quien se trata cada vez que pases por ahí
¡Manuel Fernando Bonilla Elhart!, me respondió poniéndose de pie y con saludo marcial. Tengo trece años y he venido a defender a mi patria. Tal ferviente presentación me llenó de orgullo, coraje y valor. Saqué de mi bolsillo más caramelos y los dos nos sentamos un momento a comer y conversar…

No hay comentarios:

Publicar un comentario