miércoles, 16 de diciembre de 2015


Una raza patriota casi extinta

“De todos modos tengo la seguridad de que si no triunfamos, que si los chilenos no reciben su castigo aquí, que si no hacemos de Arica un segundo Tarapacá, la defensa será de tal naturaleza que nadie en el país desdeñará en reconocer en nosotros sus compatriotas, y que los neutrales no dejarán de reconocernos como los defensores de la honra e integridad de nuestra patria. Arica no se rinde, ni las banderas se despliegan para abandonar la plaza, por el contrario, resistirá tenaz y vigorosamente, y cuando la naturaleza cede, obedeciendo a leyes físicas, los invasores pondrán su planta en un suelo que está cubierto de cadáveres y regado por sangre peruana. Sus defensores prefieren la muerte a la deshonra, la gloria, a una vida que les hubiera sido insoportable si no hubieran aprovechado del último resto de ella para escarmentar al enemigo, y levantar más alto el pabellón nacional”.

Que hermosa carta Ramón a ¿quién se la escribiste, a un familiar o tal vez un amigo? Está llena de un profundo sentimiento que me es imposible describir. Estás a pocos meses de cumplir veintisiete años, ¿qué haces aquí en Arica escribiendo esto desde un frío morro? El enemigo está muy cerca, algunos libros de historia dicen que el invasor presentará batalla con 6 mil hombres y otros documentos certifican que son 4 mil, no importa el número Ramón la diferencia es considerable, sabes que nuestro ejército a duras penas llega a los 2 mil solados, la suerte de esta plaza está decidida. Sé bien que no eres militar de carrera sino un próspero empresario, lo tuyo es el comercio, el negocio del salitre es tu fuerte y tienes que mantener a tus hermanos, tu padre dejó este mundo y tú eres el sostén del hogar.

Un antes y después del Morro de Arica
Tu hermano Pedro José es tan obstinado y terco como tú y se ha enrolado en la defensa de la patria, sé que acumulaste gran fortuna y eres un hombre acaudalado.  ¿Que tu hermano y tú pusieron a disposición su fortuna para la formación de un batallón y la compra de armamento? Mira la situación Ramón ya hiciste demasiado, participaste en la batalla de Tarapacá el 27 de noviembre de 1879 y ayudaste junto al Taita Cáceres en la captura de cañones enemigos, quién puede poner en tela de juicio tu valentía.

Estuviste en Chile Ramón y sabes bien que es una nación con futuro prometedor, no es sabio combatir con el mal hermano que puso su pie en nuestro territorio, su poder y armamento hace estremecer el suelo por donde pisa. Eres joven muchacho y sé que el viejo Bolognesi no gritará Arica no se rinde si hablas con él y le pides que escuche la palabra de los jóvenes que se encuentran acantonados aquí. El viejo coronel te oirá y no plantará cara al enemigo, tienes una vida por delante y eres una promesa para la patria, él lo sabe bien y eso le preocupa.

Tu amigo Alfonso Ugarte ha preparado una cena para ratificar el juramento de sacrificio. Eres necio Ramón no vayas, hay muchos jóvenes igual que tú, ¿quiénes quedarán para reconstruir la patria? No sé si lo sabes pero los refuerzos que tanto espera Bolognesi no vendrán, Segundo Leiva nunca respondió los telegramas desesperados que nuestro coronel enviaba, están solos y con las horas contadas.

Los chilenos temen caer en las minas instaladas en todo el morro y sabiamente han enviado un mensajero a parlamentar tu rendición, cómo es de extraño el destino Ramón, el parlamentario chileno es José de la Cruz Salvo quien es amigo de tu hermano Pedro. ¡Pelearemos hasta quemar el último cartucho!, fue la respuesta del viejo Bolognesi, te vi apretar el puño y respirar profundo, así que esta es también tu decisión, qué puedo hacer para convencerte que será en vano. Y si te digo que el enemigo pondrá bandera invasora en Palacio de Gobierno, que incendiará Chorrillos y Barranco, que marchará victorioso por el Jirón de la Unión y saqueará cuanto pueda, que aniquilará civiles en Miraflores y que los hijos de tu coronel morirán por la defensa de Lima, ¿aun así pelearás?

Nunca volteaste a mirarme Ramón, tan solo atinaste a tomar tu sable e ir a tu puesto de combate. Te vi nacer un 31 de agosto de 1853 en la hacienda Puquio de San Isidro ubicado en Tarapacá, sé que tu padre se llamaba Nicolás Zavala y tu madre Manuela Suárez quien era hija de un héroe de la Independencia. Te conozco bien Ramón, tanto como para saber que esta será nuestra última plática.

Se te asignó a dirigir el batallón Tarapacá número 23 y te vi arengando a tus compañeros. Tomaste un caballo y con sable en mano recorriste todos los lugares en donde creíste que tu presencia era necesaria. ¡Detente Ramón!, el enemigo nos ha vencido, masacra y repasa a tu gente, no hagas de este 7 de junio de 1880 un día cualquiera, conviértelo en el día del titán del morro y sus bravos defensores, impón en el corazón de cada joven peruano orgullo desmesurado e identidad que ha perdido.

Te vi cabalgar firme hasta que una bala te atravesó el pecho y te derribó encegueciendo tu afán de conseguir una victoria imposible. Nunca fuiste un militar pero te batiste como un experimentado guerrero, dejaste las comodidades y te sumaste con entusiasmo a la causa, la patria te llamó y no defraudaste. ¿Dónde estás ahora Ramón Zavala? Creeré entonces en las palabras del gran historiador Jorge Basadre al describir a gente como tú: “Eran hombres de trabajo, muy unidos al pueblo, pues hasta se divertían con ellos, muy peruanos en sus hábitos, sus ideas, sus gustos, sus afanes. Quizás allí hubiera estado el germen de una nueva clase conductora celosamente patriota que no tuvimos”.

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