sábado, 7 de enero de 2017

La Rinconada: una resistencia con cuchillo y a puño limpio

Señor General:

“He procedido a examinar todos los lugares que pueden ser vulnerables para el enemigo, así como también las fuerzas que en la actualidad defiende este lado de la Línea. En el estado que actualmente se encuentra, creo sumamente fácil y aún probable una invasión del enemigo por este lado, tanto por la carencia de elementos de artillería para su defensa, cuanto por el reducido número de tropa que los custodia, y sin ser esta de Línea, careciendo de instrucción y disciplina…” 

Así describió el Jefe Superior Militar Mariano Vargas la situación en la que nos encontrábamos, días previos al combate y es que defender La Rinconada con poco más de 300 hombres mal armados no era lo adecuado. Poseíamos 180 hombres de infantería cívica y formábamos el llamado Batallón Pachacamac a cargo del Coronel Manuel Miranda. Teníamos un escuadrón de 100 hombres de la 1era Brigada a pie y 50 hombres de la Tercera Brigada de caballería sin caballos. Así como se lee.

El armamento con el que contábamos eran rifles de sistema Minié. Sin embargo no todos teníamos dicho rifle, algunos como yo debían defender su posición a puño limpio. Felizmente un afilado cuchillo sería mi único aliado en la resistencia. Se nos ordenó construir una zanja de 2 metros de ancho y 1.50 metros de profundidad. En la parte posterior, a un metro de la zanja, se levantó un parapeto hecho con piedra de cantería y material extraído de la excavación. Delante de la zanja se colocaron rieles entrecruzados con la finalidad de crear un obstáculo adicional.
Cuchillo empleado en la defensa de Lima,
parte de la colección del INEHPA

Nuestras fuerzas se colocaron detrás del parapeto y la zanja servía como un impedimento más al enemigo. Éramos pocos y con escasa preparación, sin embargo no le será tan fácil al invasor pasar por aquí si desea hacerlo. Algunas vidas le costará y si hemos de morir pues que sea dignamente aunque muchos aquí tengamos miedo.

Cuando el enemigo se nos presenta un 9 de enero de 1881, los trabajos de construcción para la resistencia aún no estaban concluidos. Debía apresurarme en afilar el cuchillo con alguna piedra, la hoja debía estar en buenas condiciones y su filo tenía que ser una verdadera amenaza para mi oponente. Tal vez una bayoneta enemiga me traspase la carne, pero al menos un chileno me llevaré al otro mundo.

En la mañana del 9 de enero los cerros de La Molina estuvieron repletos de chilenos que con caballería e infantería decidieron atacarnos. Sin embargo su andar era sin temor ni apresuramiento, debido a que nuestras balas por la pésima calidad y alcance de los fusiles, no llegaban con efectividad a dichas alturas y más bien caían al suelo por gravedad.

Orozimbo Barbosa era el comandante del ejército invasor al que le fue impuesta la misión de hacer un reconocimiento del terreno en el que nos encontrábamos. El resultado del combate no fue más que una prueba de nuestras fuerzas, lo que venga después del Combate de la Rinconada será una prueba de nuestras debilidades.

El cuchillo sirvió para repeler la carga de un chileno enceguecido por la cólera. Sangre peruana es lo que deseaba. Yo no estaba dispuesto a morir pese a que me rozaban las balas, nunca antes había sentido tanto miedo, sin embargo sabía que si portaba este cuchillo algo podía hacer, mientras que algunos de nuestros defensores se iban a los puños con los chilenos. Esto ya no se trataba de un combate por la patria, sino una lucha por nuestras vidas. Nadie quería morir, el poder de la bayoneta era temible y caer desangrado era un espectáculo que nadie quería ni mirar. Nunca entendí como el filo de mi cuchillo ahuyentó a cuanto chileno quería matarme. Recuerdo que apuñalé a un oficial enemigo, pero lo hice en defensa propia, el miedo y la adrenalina corren tan rápido que lo único que me importó era salir bien librado de la pelea, un niño que se encontraba cerca a las haciendas fue testigo mudo de la muerte del oficial. ¡Dios! Espero que algún día entienda que lo hice en defensa propia. ¡Qué será de ellos cuando el enemigo decida atacar con todo su poderío a Lima!

¿Qué estará pasando en San Juan y Miraflores? Espero que estén preparados, el enemigo no viene dispuesto a perdonar nuestros errores. ¡Chile ya está aquí! Y lo único que los separa de nuestros hogares y familias somos nosotros. Un oficial y seis soldados muertos fue el resultado de la primera lucha por la defensa de Lima, quince heridos tuvimos de los cuales la mayoría no poseía armamento para defenderse.

La contienda en la que fuimos superados en número fue brutal, no quiero imaginarme si el enemigo decide atacar por nuestras costas, apoyado por su poderío naval debe ser aterrador, espero nuestras líneas resistan. Jóvenes y puede que hasta niños entren en batalla, si eso pasa espero que uno de ellos dé la talla.

Ganemos o perdamos me gustaría saber si un niño puede cambiar el destino por la defensa de Lima. Suerte a todos nuestros defensores, la verdadera lucha, aquí en Lima, recién está por comenzar…


Colaboración: Instituto de Estudios Históricos del Pacífico

Bibliografía: "Historia del distrito de La Molina", Municipalidad de la Molina en conjunto con el Instituto de Estudios Históricos del Pacífico. (Colección bibliográfica del INEHPA)

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