sábado, 27 de febrero de 2016

Manco Cápac: la última gran estela de un mítico monitor

Tras intentar cañonear un tren peruano proveniente de Tacna con destino a Arica en horas de la mañana, el tan querido pero paradójicamente enemigo monitor Huáscar, recibe severos daños por parte de nuestra artillería que se encontraba en la costa.

Había escuchado increíbles leyendas de ese capítulo de la guerra que muy pocos se atreven si quiera a murmurar. Y es que el Huáscar, capturado y reparado luego tras el mítico combate de Angamos, regresó a nuestras costas con una inmensa bandera de la ‘Estrella Solitaria’ puesta en el mástil, con el propósito de causar un terrible daño moral en nuestros defensores.

¡Que no te sorprenda si el Huáscar regresa para acabar con nuestros sueños!, me dijo una vez mi comandante. Espero que ese día nunca llegue, recuerdo que le respondí. Lamentablemente fui testigo y estuve en primera fila de su actuación tan infame pero nostálgica para algunos de nosotros, incluyéndome. El buque de Grau, esa nave del que todos queríamos viajar siempre en nuestros sueños, desfilaba como pavoneándose por nuestras aguas, dispuesto a matarnos las esperanzas.

Tras tener un feroz enfrentamiento con nuestra artillería en la costa, nos toca a nosotros ahora detener su prepotente avance. Al igual que la historia de “La bala que juró hundir al Huáscar”, mi deseo era encontrarlo para enterrarlo en las profundidades de nuestro mar. Soy artillero y pertenezco al monitor Manco Cápac que estaba a cargo de mi comandante José Sánchez Lagomarsino, mi misión era distribuir el armamento y hacerlo funcionar a toda potencia sin contratiempo alguno. El cañón Dalhgren estaba a mi cuidado, su precisión y poder dependen de mí.

El Manco Cápac, que en un principio fue bautizado como Oneota, era un buque construido en Estados Unidos y a pesar de no ser una nave veloz, supimos ingeniárnosla para que lo parezca, no poseía las virtudes de un poderoso blindado pero nadie podía negar su bravura al momento del combate. Tal vez el destino haya querido que nuestro buque le haga frente al Huáscar.

Era la una de la tarde del 27 de febrero 1880 y nadie sabía qué esperar del combate. Si bien es cierto, el Huáscar había batallado con nuestra artillería en la costa, sin embargo ninguno de los tripulantes del Manco Cápac lo había visto aún. Solamente podíamos imaginarlo, surcando nuestros mares como esperando a ser rescatado.

No pasó mucho tiempo cuando todos los que estuvimos en el Manco Cápac lo vimos por primera vez. Era hermoso, tal y como nos lo habían contado. Soñé al Huáscar como un pedacito del Perú que se desplazaba, por desgracia ese sueño se convirtió en pesadilla. Grau ya no lo gobernaba sino el comandante enemigo Manuel Thomson y en él cayó la misión de despedazar nuestros ideales.

Había pasado una hora y el comandante Thomson da la orden de atacarnos. No nos íbamos a quedar tan campantes, había que hundir a toda costa el buque que una vez juró protegernos. Mi entusiasmo fue tan grande que preparar y cargar el cañón con balas que pesaban tanto como el orgullo del Manco Cápac, se me hacía fácil, sabía que cuando los músculos no responden por el cansancio es el corazón que sale en busca de los sueños.

¡Fuego!, el cañón Dalhgren hace su primer disparo, sus poderosas balas en forma de esfera sólida pueden causar terribles daños, poseíamos una torre giratoria que nos permitía apuntar en cualquier dirección. Sin embargo, la fortuna nos juega una mala pasada, uno de nuestros cañones se traba lo cual reducía nuestra fuerza a la mitad. Es ahí cuando el comandante del Huáscar, Manuel Thomson, da la orden para espolonearnos. Todos nosotros conocíamos la magnitud de su espolón, mismo que sirvió para darnos la victoria en el combate de Iquique, del 21 de mayo de 1879 y que ahora por increíble que parezca nos quiere aniquilar sin misericordia.

De pronto, la fortuna tampoco le sonríe a la ‘Estrella Solitaria’, las máquinas del Huáscar no responden como se esperaba y se detienen por completo a pocos metros y en la mira de nuestra artillería. ¡Es ahora o nunca! ¡Disparen!, di la orden y una poderosa bala del cañón Dalhgren fue lanzada cayendo de lleno sobre el comandante Thomson sellando su destino.

Aquel 27 de febrero fue memorable pero también nostálgico, jamás pensé ver al Huáscar atacándonos. Había escuchado los tantos relatos heroicos de este buque: sus ataques fortuitos, sus veloces correrías y su mágico poder de desaparecer ante los ojos del enemigo, que nunca pensé enfrentarlo alguna vez y desear su hundimiento.

Jamás podría olvidar al Huáscar pero tampoco olvidaría al mítico monitor Manco Cápac, que no dudó por un instante en salir a hacerle frente. Así como Manco Cápac fue el primer Inca en hacer historia, este buque fue el primero en dejar una huella imborrable y aunque actualmente duerme en las profundidades del Pacífico quiero pensar que algún día volverá para relatarnos una última travesía, pero esa ya es otra historia…


Colaboración: Instituto de Estudios Históricos del Pacífico

Bibliografía: Melo Moreno, Rosendo (1911), Historia de la Marina del Perú. Tomo II. Lima: El Auxiliar del Comercio (Colección bibliográfica del INEHPA)

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