miércoles, 6 de enero de 2016

Conversando con un 'brujo'

Amarrándome la zapatilla en el parque Reducto de Miraflores se me acercó un viejo con traje de gala muy antiguo y un sable brillante como el sol. Disculpe joven, me dijo, ¿por qué este hermoso parque está vacío?, ¿por qué no hay niños jugando?

Algo incómodo con la pregunta respondí: Caballero, a veces algunas familias traen a sus niños a jugar, pero sabe, esto es un campo santo, aquí debería prohibírseles la entrada, no puedes jugar donde aquí han muerto cientos pero cientos de peruanos. En este lugar se llevó acabo la batalla más encarnizada que se conoce, porque aquí no cayeron militares, aquí cayeron estudiantes y profesores de San Marcos, jóvenes, ancianos y hasta niños. Todos civiles, ni un militar.

Perdone que insista joven, aquí debería siempre haber niños jugando, me dijo de forma enérgica. ¿Quién es usted señor? le pregunté ya molesto. ¿Cómo, no sabes quién soy yo? Hablas y escribes siempre de mí y ¿no me reconoces? Es cierto, aquí cayó la reserva, civiles comandados en este reducto por el digno abogado Ramón Ribeyro, sé que tuvo un nieto escritor, nunca lo conocí personalmente, pero me hubiese gustado leer sus cuentos.

Hoy es 15 de enero y no veo al vecino miraflorino flameando una bandera peruana, me comentó. ¿Bandera peruana? ¿Acaso estamos 28 de julio? pregunté con sarcasmo. Me dijiste con tus historias conocer el pasado y ya olvidaste que pasó en el lugar donde pones tus pies, me respondió. Este es un reducto de los diez que hicimos para defender Lima. Personas de oficio común como los del Poder Judicial, maestros de escuela, empleados bancarios, albañiles, arquitectos, comerciantes de vestidos y zapatos, plateros, herreros, fundidores, redactores, linotipistas y hasta barberos. Increíble, este viejo los menciona con orgullo uno a uno y no se cansa de nombrarlos, me dije.

El viejo intentó seguir con su camino y noté que cojeaba, ¿desea ayuda caballero? No te preocupes es una vieja dolencia que me aqueja desde aquel 15 de enero, fuego de artillería me perforó el fémur y a pesar de que quería ya no podía combatir, dicho esto el anciano derramó una lágrima, tan solo una, ni una más. Qué tontos fuimos, hicimos diez reductos y tan solo combatieron tres, cuánta sangre valiente se derramó, qué es mi sangre a comparación de la de ellos.

Nos masacraron en San Juan, solo un puñado salvó la honra en el morro de Chorrillos, leí lo que escribiste del chico Augusto Bolognesi, te faltó hablar de su hermano Enrique, que a pesar de pelear junto a su padre en Tacna vino a resistir a Lima y tras ser herido en San Juan no dudó correr a resistir en Miraflores, no sé si cabe la expresión, pero fue tan o más valiente que su padre. Me encantó lo que escribió un caballero de nombre Ricardo Manuel Palma en una de sus tradiciones sobre aquél viejo coronel, padre de estos valerosos hijos, le invito a leerlo jovencito, me dijo con una sonrisa.

Al instante, un niño se acerca y deja unas flores al monumento a Cáceres instalado en dicho parque miraflorino. Por favor, toma esas bellísimas flores y déjalas en el reducto, ese ramo no me pertenece sino a Ramón Ribeyro y a su regimiento que cayó aquí, sigo siendo coronel y no mariscal como dice la estatua. Dicho esto, aquel viejo enterró su espada en el parque y esperó sentado a que los niños vengan a jugar.

Parque Reducto, Av. Benavides - Miraflores
Mientras me alejaba pensativo él me grito: Marchamos, luchamos, sangramos y morimos por ellos, los niños. No dudé en dar media vuelta mientras abría mi mochila y saqué un libro de la Palabra del Mudo, el viejo vio el nombre del autor y no dudó en extenderme la mano, tras entregarle el cuento no supe si devolverle el saludo o darle un fuerte abrazo, solo atiné a decirle 15 de enero 1881, batalla de Miraflores, no olvidamos ‘Taita’, jamás olvidamos...


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